Estoy seguro que muchos conocen a este hombre que se pasea por la Habana en una bicicleta gigante. Lo hemos visto pedaleando al lado de los corredores en las maratones de Marabana o entre un enjambre de turistas en la Habana Vieja algunos años atrás.
Félix Guirola, más conocido por El Guajiro, creció en la finca Las Delicias, ubicada en los alrededores del poblado de Ceballos en Ciego de Ávila.
Mientras caminamos por las calles de la Habana Vieja para esta sesión de fotos, me va contando anécdotas de su vida relacionadas con su afición por estas bicicletas que él mismo arma con sus recursos. La primera vez que apareció en público con una de estas fue en agosto de 1981, en unos carnavales en la ciudad de Ciego de Ávila, cuando el gobierno provincial instó a la población a que participara con iniciativas propias. Por las calles del pueblo desfilaron en pintoresca caravana un coche hecho de cristal, una muchacha vestida de novia en un carretoncito tirado por un perro, un hombre montado en un buey haciendo alusión a la famosa canción los Van Van que por aquella época se mantenía en el top popular, y entre toda aquella algarabía de pueblo, en las alturas estaba el Guajiro con su primera bicicleta gigante, una bicicleta de dos pisos, que a la postre se quedaría pequeña para lo que vino en los años subsiguientes –Cada año le iba poniendo un piso más–, me dice con aire altanero.
En mi conversación con él me doy cuenta que Félix es un tipo de grandes cosas. Llegó a la Habana en el año 2011 para visitar a una hermana, en su estancia en la capital conoció a Francy, su actual esposa. En una velada familiar entre rones y picadera, le cuenta a la familia de su prometida que él había hecho un papalote de cinco metros de altura; –¡El más grande de Cuba!–, confeccionado con 27 sacos de nylon de abono de urea, cocidos por Lala Moya, y que había sido volado en la finca Los Villalobos, junto con Osvaldo Hernández Moya, Jorge Luis Hernández Moya y Luis Díaz Cepero. Ante semejante historia, todos comenzaron a dudar de él tildándolo de guajiro mentiroso.
– Pues mira chico les voy a decir más ¡Yo monto la bicicleta más grande de Cuba, una bicicleta de seis metros! –me narra que así transcurría la conversación con los cuñados–
– ¡Coño Guajiro ahora sí que apretaste! –replicaban ellos–
–¡Ahí mismo dejé a mi mujer!– Me cuenta, y con el mismo impulso de demostrarle a los cuñados que no era un guajiro mentiroso, llegó a Ciego de Ávila. Tres días después estaba de regreso, había traído en el tren tres bicicletas, de un total de cinco que tiene, las otras dos las hizo aquí en la Habana.
–¡Coge esta botella de ron y vete para casa de tus hermanos y no les digas que yo voy para allá!– Le dijo a Francy, quien no salía de su asombro al ver llegar a su marido portando tales artefactos.
Mientras me cuenta esta graciosa anécdota, no puedo dejar de imaginar el asombro que Félix el Guajiro iba provocando a todos los choferes y transeúntes en su viaje desde la Habana Vieja hasta La Lisa, en una bicicleta de poco más de tres metros de altura. Y si, recuerdo una vez, hace unos años, que lo vi bajando a toda velocidad por la loma de Marianao en dirección a la Lisa en una de estas, en la que además llevaba una lata de comida para sus animales colgada en el timón.
Al llegar a su destino, la escena no pudo ser mejor, Francy y sus hermanos disfrutaban del ron tempranero y de pronto se forma la algarabía en el barrio, todos salieron. Félix entró triunfante por aquella calle estrecha y llena de baches, detuvo la bicicleta, se lanzó de ella como suele hacer y la aguantó para que ella tampoco cayera, ambos, él y su bicicleta gigante, estaban allí, frente a la familia de su mujer, demostrando que no era un guajiro mentiroso –¡Bueno y ahora qué!– exclamó mientras lo recibían con vítores –¡Guajiro apretaste de verdad, tú si eres un animal!–
La bicicleta ha sido una fuente de ingresos para Félix, ha hecho contratos con empresas extranjeras y nacionales promocionando marcas y productos. Al vivir en la Habana Vieja, otrora centro turístico de la ciudad, le era relativamente fácil relacionarse con los turistas y percibir de ellos algo de dinero, pero también hizo muchos amigos que luego volvían y lo ayudaban con piezas para sus bicicletas inventadas.
De estos encuentros surgieron varias invitaciones para viajar al extranjero, pero por diferentes razones eso nunca ha sucedido. Con pesadumbre me cuenta una historia realmente conmovedora, en 2018 conoció a un matrimonio, algo mayores ya, que paseaban por la Habana en sus bicicletas, el hombre le prometió que en cuanto llegara a su país natal, Francia, hablaría con el jefe de la Federación Francesa de Ciclismo quien era amigo suyo en lo personal, para hacerle una invitación para participar en el Tour de Francia, portando en su bicicleta promociones alegóricas a este evento. En 2020 le llegó la noticia que ambos señores habían fallecido a causa de la pandemia de COVID-19. Este fue un golpe duro para Félix, no solo porque se diluyera su sueño de participar en la competencia más importante del ciclismo de ruta a nivel mundial, sino porque habían sentimientos de amistad con estas personas que según me comenta, también habían puesto mucha ilusión en este proyecto.
En el año 2004 llegaron a él noticias sobre el Récord Guinness, el canadiense Terry Goertzen, pastor de una iglesia, ostentaba este galardón por haber recorrido 300 metros en una bicicleta de 5,50 metros de altura. –Pero imagínate, yo estaba montando una bicicleta de 5,60 metros en el año 1987 en Ciego de Ávila–.
A su arribo a la Habana en 2011 y hasta aproximadamente 2015 Félix montaba una bicicleta de unos impresionantes seis metros. –Tenía el récord en mis manos y no lo sabía–.
En 2017 viajó a La Habana Richie Trimble; quien era en ese momento poseedor del récord de la bicicleta más alta del Mundo, con el objetivo de ayudar a Félix a cumplir su sueño de ser recordista mundial. El intento tuvo lugar en los alrededores del Hotel Saratoga, pero un pequeño desperfecto en su bicicleta y una traba impuesta por las autoridades, que le exigían un permiso especial para llevar a cabo tal acto, impidieron que el nombre de Félix Ramón Guirola Cepero, el hijo de Noemia y Feliciano, apareciera en la afamada lista de récords mundiales.
Pero este guajiro es un tipo alegre, no dejo de notar su orgullo cuando me hace la historia de la gran ovación que recibió en el estadio Latinoamericano cuando fue a apoyar a su equipo de Ciego de Ávila, cuando por primera vez ganaron el campeonato contra Industriales y hasta Julita Osendi lo entrevistó para su documental “El nuevo rey de la selva, los Tigres Avileños”.
–Disfruto sacarle sonrisas a los niños, ser alguien importante para ellos, hacerlos felices, para mi es una emoción muy grande–.
A sus 61 años, luego de pasar 45 años montando bicicletas gigantes y cumplir con creces la promesa hecha a su padre siendo un niño, Félix sueña con poder viajar al extranjero y construir con sus propias manos una bicicleta con duraluminio y fibra de carbono y al fin destrozar ese récord que más de una vez se le ha diluido entre las manos, o participar en las grandes vueltas ciclísticas del mundo, Tour, Giro y Vuelta. Mientras tanto, Félix el Guajiro sigue adornando las calles de La Habana y haciéndonos sonreír desde las alturas, sus alturas.
Actualmente el Récord Guinness de la bicicleta más alta del mundo está en manos de David Peyrou y Nicolas Barrioz, quienes el 14 de mayo de 2022 montaron una bicicleta de 7.77 metros de altura.